La mezcla de culturas es uno de los aspectos más destacados de la metrópoli turca. La división entre oriente y occidente es en Estambul algo más que un concepto geográfico unido por imponentes puentes que vuelan por encima del estrecho del Bósforo, esa lengua marina que une el Mar de Mármara con el Mar Negro.
Uno llega a Estambul con la mente preparada para empaparse de arte y cultura, para conocer de primera mano un lugar que cuenta con un importante protagonismo dentro de la historia de la humanidad ya sea romano, bizantino u otomano. La diferencia entre la vida de oriente y occidente es en esta ciudad una constante. Pero la situación geográfica entre Europa y Asia favorece la mezcla de culturas y convierten a la antigua Bizancio en una marmita que produce una excelente pócima con ingredientes de oriente y occidente.
Al mismo tiempo que aterrizamos en el aeropuerto de Estambul, que lleva el nombre del padre de la patria turca Mustafa Kemal Atatürk, observamos que estamos en una gran ciudad, la tercera en población de Europa que compone un área urbana de cerca de trece millones de habitantes. La orilla del mar de Mármara nos acompaña en el camino hacia el centro de la ciudad. Lo primero que observamos: las esbeltas torres de las mezquitas situadas en el Cuerno de Oro. Hablamos de la zona de Sultanahamet la que se puede decir que es el epicentro turístico de la ciudad. En ese lugar nos encontramos con la Mezquita Azul, Santa Sofía o el Palacio de Topkapi. No nos podemos olvidar del Gran Bazar ese gran imperio de las compras casi laberíntico.
El puente Gálata invadido de pescadores que lanzan sus anzuelos esperando recompensa es un buen lugar para observar la vida de la ciudad. Cientos de personan lo atraviesan o, directamente, disfrutan de él en cualquiera de los restaurantes instalados en la parte inferior de la infraestructura. Si lo cruzamos nos introduciremos en un laberinto de calles empinadas que nos llevan hacia la Torre Gálata, la gran atalaya desde la que podemos observar la mayor parte de la ciudad, tanto europea como asiática. En esa zona también encontramos el Hotel Palace de la Pera, recientemente restaurado, un histórico del lujo donde se hospedaban los viajeros del Orient Express, lugar en el que la escritora Ágatha Christie esperaba a que las musas le ayudasen a darle forma a sus obras policiacas.
La plaza de Taksin es el epicentro de la ciudad occidental a la que se puede llegar dando un paseo a pie o en un histórico tranvía por la calle peatonal Istiklal Caddesi. Estamos en una de las zonas más comerciales de la ciudad turca con comercio de occidente en competencia con el nuevo distrito de Levent en el que se levantan centros comerciales entre grandes rascacielos.
Otra de las zonas más destacadas de la antigua Constantinopla es el Café de Pierre Loti. Sus impresionantes vistas de la ciudad aconsejan una visita al que fuera refugio del escritor de origen francés. No debemos olvidarnos de pasear por el cementerio cercano a la atalaya de Pierre Loti antes de observar, si el tiempo lo permite, la puesta del sol sobre el Cuerno de Oro y ver como el astro rey descansa sobre el Mar de Mármara.
Pero no podemos abandonar Estambul sin aprovechar para hacer un recorrido en barco por el Bósforo. El viaje es un continuo esfuerzo para intentar mantener la boca cerrada ya que las vistas a ambos lados están llenas de monumentales Palacios y Palacetes como el de Dolmabahçe, la gran residencia de los Sultanes. Y ya que hemos utilizado el barco, éste también será un excelente medio de transporte para dirigirse a la ciudad asiática y ver cómo vive su población . Un cuarto de hora es lo que, aproximadamente, nos lleva cambiar de continente.
Lo escrito y mucho más es lo que nos podemos encontrar en esta mega ciudad en la que el sonido de las Mezquitas llamando a la oración es la banda sonora diaria de sus habitantes y visitantes.
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