martes, 18 de febrero de 2014

AMANECÍA EN CEUTA


                                                                              Foto: www.rtve.es


Con la oscuridad de la noche como cómplice, cientos de seres humanos intentaban cruzar una frontera. La frontera hacia un mundo mejor. Seres humanos que lo abandonan todo. Sus raíces quedan en los países más pobres del  continente africano, lugares a los que se les ha bautizado con el eufemismo de tercer mundo. Están  desesperados, huyen de la pobreza más absoluta. Miseria de la que todos, en mayor o menor medida, somos responsables.
El sol empezaba a iluminar el espigón del Tarajal, línea que separa España de Marruecos, en la Ciudad Autónoma de Ceuta. Como última oportunidad para acceder a la tierra prometida se adentran en el mar. Algunos no saben nadar y todos están cansados después de una larga penitencia hasta llegar a la frontera del paraíso. Penitencia en la que, además de mermar su fuerza física, lleva consigo el pago a las mafias que los guían hacia ese nuevo y prometedor futuro.
En la playa, junto a la frontera, se observa el tímido sol, medio oculto, como si el astro rey, no quisiera ver lo que estaba pasando. En la arena, cerca de la orilla, varios miembros de la Guardia Civil esperan. Los que llegan casi no pueden poner los pies en el suelo y algunos, con gran esfuerzo, intentan levantar los brazos ante la pasividad de los agentes que ni siquiera abandonan su arma para ayudarles. Reciben y cumplen órdenes.
Pero otros muchos no llegaron y se quedaron, junto a sus ilusiones, en las aguas del Mediterráneo. Aguas llenas de sudor y de lágrimas. Seres humanos que fueron expulsados del paraíso prometido y para los que no habrá una nueva oportunidad.

Xavier C. Martiñá






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