miércoles, 29 de enero de 2014

SIN CAFEÍNA, POR FAVOR



Sucedió una noche, hace unas semanas, durante una de las múltiples ciclogénesis explosivas (antes llamadas temporales) que nos están visitando por estas latitudes. Cuando, en una guerra sin cuartel, me llevó Eolo de los brazos de Morfeo. Mis ojos amanecieron en plena madrugada y, a pesar de la oscuridad, la cabeza se puso en funcionamiento. Y pensé, sí pensé. Pensé en el mundo que gira y se mueve en el espacio, un espacio sin límites, que no tiene fin. El agobio aumentaba de forma exponencial y Morfeo seguía ausente, estaba claro que había perdido la batalla con Eolo. Intenté visualizar un límite y retrocedí unos años atrás. Me trasladé a una isla, Gran Canaria, en la que había vivido. Recuerdo que al pasar unos meses, y cuando ya se me había terminado el contrato laboral que me obligaba a mantener mi residencia en ese lugar, me quedé unos días de vacaciones.  En aquel momento comencé a pensar en que estaba rodeado de mar y que si quería salir tenía que hacerlo en barco o en avión. Me agobié, pensé en los habitantes de la isla y en ese pequeño espacio limitado en el que vivían. ¿Cómo era posible que pudiera recorrer en coche todo mi mundo en un día? Al final me di cuenta de que muchas veces durante meses, o incluso años, no salimos de un espacio inferior al de una isla.
¡Qué puñeteros son los límites! Unas veces nos juegan una mala pasada debido a su ausencia y otras nos restringen de tal forma que nos crean claustrofobia. En el fondo es todo relativo, cada uno pone su límite según la situación que se viva en cada momento. Es como las miradas, unos pueden tener unas miradas de largo alcance hacia el futuro y otros solo utilizan las cortas. Y de estas últimas, créanme,  tienen un gran conocimiento aquellos políticos que no miran más allá de un café en el Consejo de Ministros o de un gin tonic “rebajado”  en el Parlamento.
Xavi C. Martiñá

viernes, 24 de enero de 2014

AQUÍ DE NUEVO



Abandonado, palabra que mejor define la situación de este vehículo de expresión desde hace unos cuantos meses. Confieso que esta ventana hacia el exterior llamada “blog” se abrió un día por imperativo académico, la verdad es que no me entusiasmaba, como todavía no lo hace la redacción de los 140 caracteres.
Hoy he decidido volver a abrir esta ventana con el compromiso de airear, de vez en cuando, todo aquello que crea que merece la pena compartir con todos aquellos que navegan por el espacio de internet. No sé si lo conseguiré, lo que sí espero es que sea tarde el día en que esta ventana, que he bautizado como “Lusco Fusco”, se cierre definitivamente.
Llevaba tiempo sin escribir, y como periodista vocacional, la ausencia de este ejercicio es, por lo menos, imperdonable. Los dedos que golpean el teclado del ordenador se habían desentrenado desde que este pasado verano, esos mismos dedos, ejercieron su función para informar a los gallegos desde las pantallas de Televisión Española, sin olvidarnos de un pequeño y efímero esfuerzo, en octubre pasado, cuando durante unos días teclearon para Europa Press.
Luego vino la sequía, sin duda algo tuvo que ver el desánimo, un sentimiento que seguro que no lo poseo, en este momento, de forma exclusiva. La situación que nos rodea, caminando por una senda donde el indicador hacia el futuro está tapado por una bolsa negra a la espera de que por fin quede inaugurada, es sin duda la responsable.
Pero como dice el refrán, “al mal tiempo buena cara” y la escritura es un excelente ejercicio, siempre es bueno poner los puntos sobre las íes.

Xavi C. Martiñá